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miércoles, mayo 19, 2010

Vi una pareja de mi ciudad

El amor es un círculo

Mientras ella hablaba, sobre él caía lentamente un balde de agua fría. No alcanzó a decir nada, solo la escuchaba. Cuando terminó, lanzó una daga en forma de pregunta: “¿Qué esperas para irte?”. Ella bajó la vista, y con el rabo entre las piernas salió mientras los cascabeles de sus tacos dejaban un eco en el pasillo. Él jamás pudo borrar aquél eco de su mente.


Ella no comprendía por qué. Se lo había dicho, lo había confesado ¡Él no podía, no debía, botar por el caño una relación de cinco años tan solo por eso! La luna de marfil bañaba su cara todas las noches mientras se sentía inhabilitada para dormir. El “por qué” bailaba en su cabeza día y noche, y día después también. Un invierno y luego otro y otro más sumaron tres largos años desde aquella noche. Ella jamás pudo perdonarse, porque no sabía qué era lo que tenía que perdonar.

Un verano y otro y otro más lo llevaron lejos. En su nueva tierra el campo era dorado, el agua era campanas que lo despertaban. A pesar de las múltiples veces que desvistió y luego se volvía a vestir, no pudo más que ver el rostro de ella en todos los demás rostros que encontraba entre sus sábanas.

Pero el corazón no sabe perdonar una ofensa tan alta. Un dolor que se cose día tras día en el corazón no se puede olvidar. Eso es lo que le había hecho ella: convertir su memoria en una máquina de coser que no paraba de trabajar ni a luz ni a sombra. Mientras fumaba su tabaco, recordó sus palabras. Mientras el balde de agua le caía encima, ella le confesaba que de pequeña torturaba zorrillos en el bosque. “Jamás entenderé a una mujer tan cruel, tan vana” pensó, mientras su corazón exprimía lágrimas.

Ni él ni ella dejaron jamás de encontrarse en sueños….y de evitarse en el mundo.

¡Pura Vida!

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