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jueves, junio 17, 2010

Prohibido Representar

Hay conocedores rigurosos del texto bíblico que señalan, sin embargo, que esta prohibición debe ser tomada cum grano salis. Verdad es –recuerda Yosef Yerushalmi5 cuando comenta el Moisés de Freud y el de Schoenberg – que “la Biblia es plásticamente iconoclasta pero verbalmente antropomórfica, de hecho de modo exuberante... Dios es descrito en ella mediante vívidas metáforas tomadas de la esfera natural y por analogía con lo humano; tales imágenes verbales nunca fueron equiparadas con la idolatría”. De hecho la lectura del texto bíblico nos muestra, y más de una vez, que Moisés era el único que podía hablar con Dios y ver su rostro: “Cara a cara hablo con él, y a las claras, no por figuras; y él contempla el semblante de Yavé. ¿Cómo pues os habéis atrevido a difamar a mi siervo Moisés?” (Números 12:8) Ver también Deuteronomio: 34:10: “No ha vuelto a surgir en Israel profeta semejante a Moisés, con quien cara a cara tratase Yavé”.

Volviendo a Yerushalmi, él agrega esta aclaración imprescindible: “La demanda de una abstracción auténtica y completa, la embestida contra el antropomorfismo, incluso el verbal, llegó a los judíos tras el encuentro del judaísmo con el pensamiento griego revestido con atavíos árabes y en este combate el gran guerrero fue otro Moisés: Moisés Maimónides, para quien todo intento de describir los atributos de Dios en términos verbales positivos, al mismo tiempo que toda lectura literal de las metáforas bíblicas respecto de Dios eran análogas a la idolatría”. Y ese es, según Yerushalmi, con quien coincido, el severo e innombrable Eterno del Moisés de Schoenberg.

Schoenberg toma el relato del Éxodo y lo transforma de manera radical para crear con los dos hermanos, Moisés y Aarón, una figura bifronte que representan el conflicto entre la Idea (Gedanke) de Moisés, el concepto de lo impensable, irrepresentable, incomprensible que es el pensamiento sobre Dios y la posición de su hermano, Aarón, que está dispuesto a escuchar las súplicas populares de manifestaciones visibles de la potencia divina, que pide y condesciende a milagros e imágenes, que aspira a la efusión de los sentidos y a las formas más elementales de la idolatría. Schoenberg pone en música (la menos representativa de las artes) y en teatro (la re-presentación por excelencia) a estos anhelos orgiásticos. Escenifica la adoración del becerro de oro mostrando el frenesí de las multitudes arrebatadas por un líder demagógico (el propio Aarón). Hay que agregar que previamente Schoenberg mismo había esbozado una obra (Der biblische Weg) cuyo protagonista, Max Arun, reunía en una sola personalidad a lo que luego se desdoblaría para formar a Moisés y Aarón. Schoenberg, claro está, se reconocía a sí mismo en la contradicción entre Max y Arun.


¡Pura Vida!

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